martes, 24 de enero de 2012

LAS VOCES DORMIDAS



La escritora y filóloga Pepa Merlo (Granada,1969) presento en el 2010 Peces en la tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la Generación del 27, una excelente recopilación de voces femeninas  que compartieron singladura vital y literaria con los autores de esta "Edad de plata" de nuestras letras, y que –como demuestra sobradamente en sus páginas han permanecido inmerecidamente olvidadas durante demasiado tiempo.

Como señala Merlo en el estudio que prologa su Antología, pocas veces se ha dado en nuestro país un momento tan interesante y participativo para la mujer como el que tuvo su punto álgido en los años treinta del pasado siglo. La independencia económica adquirida por las mujeres, la reducción de la natalidad y la elevación general de sus niveles educativos, condujeron a la ampliación del apoyo social a los movimientos en pro de la igualdad de los derechos de la mujer, nacidos en los lustros finales del siglo XIX y representados paradigmáticamente por la lucha de las sufragistas. Se hacen efectivas medidas sobre patrimonio y divorcio e igualdad jurídica entre hombres y mujeres, se establece el seguro de maternidad, el derecho de sufragio concedido en 1931–, se abre el debate sobre la ley de prostitución y Federica Montseny presenta en 1936 el que fue primer proyecto de Ley del aborto en España.

Es en este paisaje que despierta a los ideales progresistas y a la renovación pedagógica y social en el que se desenvuelven las mujeres que nos presenta Pepa Merlo. Pertenecían casi todas ellas a la clase media o alta burguesía –como sus compañeros generacionales masculinos, tenían una educación esmerada, hablaban idiomas, viajaban, conducían coches, practicaban deporte y escribían, daban conferencias, traducían, pintaban, fundaban colegios, desempeñaban puestos importantes en la política nacional. Se atrevieron a salir a la calle sin sombrero y sin carabinas, a lanzar poemas y pasquines por las avenidas y a defender su posición en un mundo escrito y dirigido por hombres.

Josefina de la Torre
Josefina de la Torre
Entre ellas hubo filósofas (María Zambrano), pintoras (Maruja Mallo, Remedios Varo), políticas (Victoria Kent, Clara Campoamor, Marganita Nelken), pedagogas (María de Maeztu), narradoras (Mercè Rodoreda), periodistas (Teresa de Escoriaza). Y por supuesto, poetas, mujeres que escribieron y publicaron sus obras en los mismos años, a través de las mismas imprentas y  revistas que sus compañeros de generación. Y no escribían en el vacío, sino que compartían los espacios de relevancia cultural del momento. Asistían a las exposiciones, fiestas y  lecturas poéticas de sus compañeros en la Residencia de Estudiantes o el Ateneo.  Y crearon sus propios lugares, como el Lyceum Club Femenino, en 1926. Pero no sin resistencias. Así, Isabel de Oyarzábal que llegó a ser embajadora en Suecia dice que “era el único lugar en Madrid donde se podía respirar, lo que hizo que tuviera mala reputación”. Sus socias fueron etiquetadas de “criminales” “liceómanas”, “ateas”, “excéntricas” y “desequilibradas”. Se hablaba de “casino femenino” y llegaron a acusarlas hasta de tener un fumadero de opio. Es conocida la anécdota en la que el Nobel de Literatura Jacinto Benavente despachó la invitación para cursar allí una conferencia con la respuesta “a mí no me gusta hablar a tontas y a locas”.

Llegaron a formar parte de ámbitos hasta entonces vedados a la mujer, como el del deporte. Así, Ana María Martínez Sagi, rescatada por J.M. de Prada en su magnífico libro Las esquinas del aire, además de poeta, periodista y sindicalista, destacó  en el lanzamiento de jabalina, el tenis y el esquí, y llegó a ser directiva del FC Barcelona en 1934. Se atrevió también a declarar abiertamente su amor por su compañera  Elisabeth Mulder, pagando por ello un altísimo precio. 

Para una generación literaria como la del 27 en la que tan importante fue la publicación en revistas la mayoría de estas mujeres cooperaron con las más prestigiosas del momento: La Gaceta Literaria, Grecia, Ultra, Plural, Verso y Prosa, Ley. Concha Méndez editó junto a Altolaguirre la revista Héroe, y en Londres, 1616, por la que según su propio testimonio se interesaron Chesterton, Eliot y Housman.

Compartieron también con sus compañeros el magisterio inicial de Juan Ramón Jiménez, que llegó a prologar el poemario Bosque sin salida de María Luisa Muñoz de Buendía. Salinas consideró a Josefina de la Torre, autora de Versos y Estampas, la representante de la poesía pura. Y si  Rubén Darío está presente en los primeros versos de Lorca, también lo estará en el poemario La Hora Emocionada, de Elisabeth Mulder.

El neopopularismo que cultivaron Lorca y Alberti dará también sus frutos, entre otras, en  Casilda de Antón del Olmet, que publica su Cancionero de mi tierra en 1917, antes que los de aquéllos. El rupturismo y la vanguardia tienen su representación en la poesía ultraísta de Lucía Sánchez Saornil, los “haikus” de María Cegarra y el tinte surreal de muchos de los versos de Elisabeth Mulder. La poesía política, de corte feminista y anticlerical la encontramos igualmente en Saornil y Mulder.

Carmen Conde
Carmen Conde
A pesar de todo ello, solo Ernestina de Champourcin  y Josefina de la Torre fueron  elegidas para formar parte de la antología que realizó Gerardo Diego en 1934. Solo sus nombres han ido repitiéndose de un antólogo a otro –si es que aparecen, añadiéndose en algunos los de Concha Méndez, Carmen Conde y Rosa Chacel. Resulta escandaloso que el panorama poético femenino en una época de tan gran efervescencia creativa como la primera treintena del siglo XX se haya reducido –en el mejor de los casos a cinco mujeres.

Las consecuencias del final de la guerra civil, con la derrota de la República, supusieron para la mayoría de ellas –como para sus compañeros de generación el exilio, la penuria y el silencio. En la España de los años cuarenta, el ideario femenino está representado por las consignas de Pilar Primo de Rivera, fundadora de la Sección Femenina. Baste citar un par de sus frases: “Las mujeres nunca descubren nada; les falta desde luego el talento creador, reservado por Dios a inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer nada más que interpretar, mejor o peor, lo que los hombres nos dan hecho”, o “La aguja es la mejor compañera de la mujer. Con ella es como un hada: cose, borda, teje, crea todas las fantasías de su imaginación”. 

El Fuero de los Españoles del 17 de julio de 1945 reconocía a la familia como institución natural y fundamento de la sociedad, la indisolubilidad del matrimonio y la protección especial a las familias numerosas. La temprana supresión de la coeducación y la religiosidad que impregnó todo el sistema educativo, circunscribieron la mujer a una enseñanza básica que pudiera brindarle “ideas claras y breves acerca de la existencia de Dios”, una concienzuda preparación doméstica y una formación nacional que le permitiera “responder a cuanto pida una familia cristiana y española”. Dedicarse a una actividad laboral fuera del hogar significaba por tanto un   abandono “antinatural” de la alta misión que como madre se le había encomendado y una competencia inadmisible para el hombre.


Ana María Martínez Sagi

En este ámbito de desconfianza respecto a las capacidades intelectuales incluso psíquicas de la mujer (véanse a ese respecto las declaraciones del psiquiatra Vallejo Nájera en 1939), que vive recluida en el ámbito familiar bajo la tutela del varón, sin otra misión que la procreación y las labores domésticas, sin autonomía legal y sometida a la restrictiva moral católica, es esperable que durante los años de la dictadura franquista las posibilidades de escuchar las voces poéticas que recupera Pepa Merlo, y lo que sus vidas y obras representaron, fueran nulas.   

Pero han transcurrido más de 20 años, el panorama actual de la mujer es bien distinto y su acceso a las posibilidades educativas, profesionales y artísticas corre en igualdad al de los hombres. Los autores de la Generación del 27 conforman hoy uno de los movimientos poéticos más brillantes y estudiados de nuestra historia literaria. Y a pesar de todo ello, los nombres de estas poetas no aparecen en los libros que estudian nuestros jóvenes, y siguen siendo muy pocas las que aparecen reseñadas en las antologías al uso. De ahí la importancia de esta obra. 

Cuando Dulce Chacón hizo la presentación de su novela, La voz dormida, destacó que “no se puede olvidar cuando te obligan”. Estas voces que aquí nos hablan han habitado demasiado tiempo en el olvido. La justicia poética nos apremia a despertarlas.   

Merlo, Pepa. Peces en la tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la Generación del 27. Fundación José Manuel Lara, en colaboración con el Centro Cultural Generación del 27. Colección: Vandalia. 2010      

2 comentarios:

  1. Interesante tema el de la mujer y la literatura española.
    Traté y conversé muchas veces con Ernestina de Champourcín:
    http://www.ucm.es/info/especulo/numero8/champour.htm

    La mujer ha dejado siempre un gran sello personal en la gran historia literaria.
    Saludos.

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  2. Muchas gracias por tu comentario y por el enlace que me adjuntas, interesantísimo para comprender el recorrido vital y literario de Domenchina a través la mirada amorosa y precisa de su mujer.

    Saludos

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