domingo, 22 de enero de 2012

EL JARDÍN PÁNICO DE ARRABAL

Todos los jardines llevan al estudio de lo innombrable, es decir, del amor.
F. Arrabal


Este fin de semana se ha estrenado dentro de la programación del XXIX Festival de Teatro de Málaga El jardín de las delicias, una obra que se representó por primera vez en España el pasado 2011 y que su autor, el polifacético y provocador Fernando Arrabal (Melilla,1932) ha presentado como ejemplo de montaje patafísico, pánico, surrealista y dadá.

Escrita en 1967 tras las rejas de la cárcel de Carabanchel, el autor de Carta al general Franco (1971) recordó en la rueda de prensa en la que se presentó la obra, que fue enviado allí por un entonces ministro de homenajeada memoria en estos días, a pesar de que padecía una grave tuberculosis que pudo costarle la vida.

Frecuentador y amigo de muchos de los grandes iconos artísticos del pasado siglo Picasso, Dalí, Bretón, Tzara, Andy Warhol, fundador junto a Topor y Jodorowsky del Movimiento Pánico, de inteligencia superdotada y exuberante y premiada obra, este Trascendente Sátrapa de la Patafísica señala que se le sigue buscando como última insignia viva de un pasado esplendor, lo que le lleva a decir: “Si tuviera un poder ilimitado lo primero que haría sería disminuir las hojas muertas, porque me hacen demasiadas sombras”.

A pesar de estar escrito hace cuarenta y cinco años, la pervivencia y la universalidad  caracterizan un texto de gran potencia poética y simbólica, que aparece atravesado por “la confusión, la memoria, la inteligencia, el humor y el terror”, notas que en palabras de Arrabal presiden esa ceremonia de la libertad que es el teatro pánico.

Rosario Ruiz Rodgers, cofundadora del Teatro de La Abadía y actual directora de Curtidores de Teatro, dirige el montaje y lo produce junto a la compañía Proyecto Bufo, a las órdenes de Arturo Bernal, que se encarga de la dirección de movimiento y encarna además al personaje de  Zenón.

La obra cuenta la historia de Lais, una gran actriz que vive retirada en su mansión junto a una extraña familia: el hombre-bestia Zenón una especie de sátiro grotesco que le profesa una pasión desbordada y un grupo de ovejas a las que arrulla con sus canciones y cuida amorosamente como a hijas inocentes. Las respuestas telefónicas a sus admiradores en un programa televisivo desencadenarán un viaje al pasado en el que florecen sus recuerdos y deseos en este particular jardín que rinde homenaje a la pesadilla del Bosco.

Detalle de El Jardín de las Delicias. El Bosco
Detalle de El Jardín de las Delicias. El Bosco
Lais sigue siendo esa huérfana rebelde y soñadora perpetuamente castigada por las monjas, que sella una amistad cómplice con su compañera de internado Miharca, y establece una relación de fascinación masoquista con el mago Teloc, una especie de “trompetista” de Hamelin que le descubrirá su naturaleza sexual y profetizará su exitosa carrera de actriz. La acción volverá a traerlos a su presente aliados como amantes y provocará un exorcismo de celos y dolor que culmina con el asesinato ritual de Miharca.

Toda la obra aparece traspasada por una simbología transgresora heredera de Artaud y del erotismo perverso de Bataille: el sacrificio ritual, el sexo voyeur y sadomasoquista, el humor blasfemo y la continua referencia al binomio ojos-huevos, que se complementan magistralmente con las turbadoras imágenes del montaje proyectado al fondo del escenario.

Cartel de El jardín de las delicias. F.Arrabal
Cartel de El jardín de las delicias. F.Arrabal

La muerte purificadora de su antagonista resuelve el nudo de conflictos infantiles de Lais. Si en la infancia reza a su novio secreto, el monstruo de Frankenstein, y después encarcela en una jaula el deseo animal que representa Zenón, es ahora capaz de destapar el tarro de compota en el que guardaba su alma y dársela a comer al monstruo. De esta forma Zenon asimila el logos humano al mismo tiempo que a Lais se le restituye la responsabilidad de un deseo adulto. De esta forma es posible su encuentro amoroso en el huevo primordial, lo que supone una reformulación psicológica y una resurrección espiritual de orden alquímico.

En definitiva, un montaje valiente que asume el reto de  la multiplicidad de lenguajes visuales y poéticos, y un maravilloso paseo arrabalesco por el jardín empozoñado del amor y sus fantasmas.

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