domingo, 29 de julio de 2012

MICROFICCIONES: INFORME DEL CIELO Y DEL INFIERNO



Ilustración de Jacek Yerka


INFORME DEL CIELO Y DEL INFIERNO
  
A ejemplo de las grandes casas de remate, el Cielo y el Infierno contienen en sus galerías hacinamientos de objetos que no asombrarán a nadie, porque son los que habitualmente hay en las casas del mundo. Pero no es bastante claro hablar sólo de objetos: en esas galerías también hay ciudades, pueblos, jardines, montañas, valles, soles, lunas, vientos, mares, estrellas, reflejos, temperaturas, sabores, perfumes, sonidos, pues toda suerte de sensaciones y de espectáculos nos depara la eternidad.

Si el viento ruge, para ti, como un tigre y la paloma angelical tiene, al mirar, ojos de hiena, si el hombre acicalado que cruza por la calle, está vestido de andrajos lascivos; si la rosa con títulos honoríficos, que te regalan, es un trapo desteñido y menos interesante que un gorrión; si la cara de tu mujer es un leño descascarado y furioso: tus ojos, y no Dios, los creó así.

Cuando mueras, los demonios y los ángeles, que son parejamente ávidos, sabiendo que estás adormecido, un poco en este mundo y un poco en cualquier otro, llegarán disfrazados a tu lecho y, acariciando tu cabeza, te darán a elegir las cosas que preferiste a lo largo de la vida. En una suerte de muestrario, al principio, te enseñarán las cosas elementales. Si te enseñan el sol, la luna o las estrellas, los verás en una esfera de cristal pintada, y creerás que esa esfera de cristal es el mundo; si te muestran el mar o las montañas, los verás en una piedra y creerás que esa piedra es el mar y las montañas; si te muestran un caballo, será una miniatura, pero creerás que ese caballo es un verdadero caballo. Los ángeles y los demonios distraerán tu ánimo con retratos de flores, de frutas abrillantadas y de bombones; haciéndote creer que eres todavía niño, te sentarán en una silla de manos, llamada también silla de la reina o sillita de oro, y de ese modo te llevarán, con las manos entrelazadas, por aquellos corredores al centro de tu vida, donde moran tus preferencias. Ten cuidado. Si eliges más cosas del Infierno que del Cielo, irás tal vez al Cielo; de lo contrario, si eliges más cosas del Cielo que del Infierno, corres el riesgo de ir al Infierno, pues tu amor a las cosas celestiales denotará mera concupiscencia.

Las leyes del Cielo y del Infierno son versátiles. Que vayas a un lugar o a otro depende de un ínfimo detalle. Conozco personas que por una llave rota o una jaula de mimbre fueron al Infierno y otras que por un papel de diario o una taza de leche, al Cielo.

Ocampo, Silvina, La furia y otros cuentos. Alianza Editorial, 1982

sábado, 28 de julio de 2012

ISLAS

René Magritte. El castillo de los Pirineos,1961
René Magritte. El castillo de los Pirineos, 1961


ISLAS

A ver:
un hombre y una mujer
viven en una isla asediada.
Los rodea el océano donde
ardió el plumaje de un jilguero
en el hilo del
amor que canta
en la espesura del vacío.
El jilguero los nombra y son
inseparables de sus nombres.
Los cerca el mundo como
un animal sin luz y cruel.
La tierra lame heridas
que hablan con ojos hacia adentro
y caen con
astros detrás.
A ver:
un hombre y una mujer
muerden las
envolturas marinas
de lo que amaron.

Gelman, Juan, Mundar. Madrid: Visor Libros, 2008

martes, 24 de julio de 2012

MANERAS DE ESCUCHAR UN BLUES

Billie Holiday


MANERAS DE ESCUCHAR UN BLUES

Es hermosa esta noche de verano,
aunque no más hermosa
que cualquier otra noche de verano.
Es hermosa esta noche en que estoy solo,
y fumo, y he dejado
en penumbra la casa mientras suena
un dulce y triste blues,
un blues tan triste y dulce como otros.
Nada en mí, ni en la noche, ni en la música,
se diría especial, y sin embargo
existe algo muy hondo en esas cosas
que parecen sencillas:
una extraña grandeza que no acaba
de ser exaltación, tragedia, paz,
pero que es todo eso, y es también
un sentir claramente
que para que esto ocurra ha sido necesario
apurar estos años, acumular recuerdos,
haber ganado
y haber perdido tantas cosas.
Para que este piano suene así,
para temblar así con esta música,
ha sido necesario
ir llenándola poco a poco
de belleza y de daño, ir llenándola
con nuestra propia vida, para que se parezca
a nuestra propia vida, y suene así:
tan insignificante
y tan grande, tan triste, tan hermosa.

Gallego, Vicente La plata de los días. Madrid: Visor, 1996

EL TIGRE



EL TIGRE

Iba y venía, delicado y fatal, cargado de infinita energía, del otro lado de los firmes barrotes y todos lo mirábamos. Era el tigre de esa mañana, en Palermo, y el tigre del Oriente y el tigre de Blake y de Hugo y Shere Khan, y los tigres que fueron y que serán y asimismo el tigre arquetipo, ya que el individuo, en su caso, es toda la especie. Pensamos que era sanguinario y hermoso. Norah, una niña, dijo: Está hecho para el amor.

Borges, Jorge Luis, Historia de la noche. En Obra poética 1923/1985. Buenos Aires: Emecé Editores, 1989   

lunes, 23 de julio de 2012

RELACIÓN DE MEDIANOCHE

Remedios Varo. Encuentro, 1959
Remedios Varo. Encuentro, 1959


RELACIÓN DE MEDIANOCHE

Si entras a esa casa, a medianoche;
si entras en ese mundo,
y sigiloso y en puntillas dejas
de respirar, quietas las manos,
y si los ojos fijas
en una hoja de papel en blanco
por algunas semanas, y luego te desprendes
de tu cuerpo:
o si lo dejas en los años que te quedan
por vivir, y nadie hay en la casa:

verás que el cigarrillo enciende al fumador,
y el vino se bebe al embriagado,
y el libro lee a su lector,
y la chaqueta se viste con su dueño,
y el pan engulle a sus hambrientos,
y el espejo se mira en el azogue de la dama,
y de improviso se enciende una pared
y asoma una cabeza, y la saludas:
o de súbito sale de tus hombros
el niño que serías, y lo besas,
o una mano en el aire te arroja
abejas de oro sobre tu cabeza:
o ves zarpar en las alfombras muertos,
o ves llegar la madrugada
y te duermes
en otra casa, y en el sueño tratas
de buscar lo que has perdido:
ese mundo real que ya no tienes,
porque entraste en el mundo de los ojos reales.

Salvo que entraras a esa casa, a medianoche,
y sigiloso, y en puntillas.  

Arteche, Miguel, Destierros y tinieblas. Santiago de Chile: Pehuén Editores. Colección Premios Nacionales de Literatura, 1999 (1ª ed.) 

domingo, 22 de julio de 2012

CAMINO

Isaac Levitan.Camino de Vladimir, 1892.
Isaac Levitan. Camino de Vladimir, 1892.


CAMINO

Nada, vida, te pido.
El largo camino que creía
me llevaba a algún lado,
sólo hasta a mí me ha traído.

He tejido, pues,
con los muchos rumbos,
mi propio mapa, y no existe hilo,
por más que lo tienda amorosa
mujer, que de él me pueda sacar.

Conozco ahora el simple vivir,
el derroche y regocijo con que
las cosas se rodean de milagro,
y llaman a la gratitud.

Y digo que soy nadie.


Restrepo, Elkin, Lo que trae el día. Bogotá: Editorial Norma, 2000

martes, 17 de julio de 2012

MATAR AL DRAGÓN

Ilustración de Luis Scafati
Ilustración de Luis Scafati


MATAR AL DRAGÓN

Ha llegado la hora de matar al dragón,
de acabar para siempre con el monstruo
de las fauces terribles y los ojos de fuego.
Hay que matar a este dragón y a todos
los que a su alrededor se reproducen.
Al dragón de la culpa y al dragón del espanto,
al del remordimiento estéril, al del odio,
al que devora siempre la esperanza,
al del miedo, al del frío, al de la angustia.
Hay que matar también al que nos tiene
aplastados de bruces contra el suelo,
inmóviles, cobardes, desarraigados, rotos.
Que la sangre de todos
inunde cada parte de esta casa
hasta que nos alcance la cintura.
y cuando ese montón de monstruos sea
sólo un montón de vísceras y ojos
abiertos al vacío, al fin podremos
trepar y encaramarnos sobre ellos,
llegar a las ventanas, abrirlas o romperlas,
dejar que entren la luz, la lluvia, el viento
y todo lo que estaba retenido
detrás de los cristales

Bautista, Amalia Estoy ausente. Valencia: Pre-textos, 2004

viernes, 13 de julio de 2012

DE PASO



Obra de Grant Wood
Obra de Grant Wood


UNA COLINA EN IOWA

Suena bien:
Un campo de trigo resplandeciendo
con toda la luz del mundo.
El cálido sonido de las espigas
mecidas por el viento.
Escindida del horizonte
una colina y en su cima una granja.
En el interior una mujer
haciendo café y por toda la casa ese olor
a pastel de manzana y canela.
En el cobertizo, junto a un viejo Ford,
un hombre acaricia a un perro.
Me acercaré.
Pediré que me alojen
por una noche.
Fingiré que estoy de paso.

Casares, Pablo Fingiré que estoy de paso. Ayuntamiento de Granada. Colección Granada literaria, 2006

martes, 10 de julio de 2012

MICROFICCIONES: LA CIUDAD SOÑADA


Ilustración de Jacek Yerka
Ilustración de Jacek Yerka


LA CIUDAD SOÑADA

Usted llega, por fin, a la ciudad soñada, pero la ciudad ya no está allí. En su lugar se eleva una cadena montañosa de indudables atractivos turísticos. Pero usted no trajo su equipo de andinista, no tiene grampas, ni cables, ni vituallas, usted trajo una guía de restaurantes y un buen traje, y entradas para el teatro. La ciudad, por el momento, está del otro lado, y el guía le ofrece atravesar la cordillera a lomo de mula. Y mientras avanza lentamente sintiendo que su columna vertebral, que sus riñones ya no están para estos trotes, usted percibe en la reverberación del aire que la ciudad está volviendo a formarse a sus espaldas, temblorosos y transparentes todavía los rascacielos, como medusas del aire.   

Shua, Ana María, Cazadores de letras. Minificción reunida. Madrid: Páginas de Espuma, 2009

lunes, 2 de julio de 2012

PREFERIR EL ICEBERG




EL ICEBERG IMAGINARIO

Preferíamos el iceberg al barco,
aunque significase el fin del viaje.
Aunque estuviese en calma como nublada roca
y todo el mar fuese mármol en movimiento,
preferíamos el iceberg al barco:
preferíamos tener esta llanura de nieve que respira
aunque estuviesen tendidas sobre el mar las velas
como, sin disolverse, la nieve sobre el agua.
Oh solemne campo flotante,
¿eres consciente de que un iceberg reposa
contigo, y que podría en tus nieves pastar cuando despierte?

Esta es una escena por la cual un marinero daría sus ojos.
Se ignora el barco. El iceberg asciende
y se hunde de nuevo: sus cristalinos pináculos
corrigen las elipses en el cielo.
Esta es una escena en donde el que pisa las tablas
es retórico por naturaleza. El telón
es lo bastante ligero para subir con las más finas cuerdas,
que provocan airosos remolinos de nieve.

En estos blancos picos el talento
compite con el sol: el iceberg desafía su peso
en un cambiante escenario, y permanece mirando fijamente.

Este iceberg talla sus caras desde dentro.
Como las joyas de una tumba,
perpetuamente se salva a sí mismo
y sólo a sí mismo se adorna,
quizá a las nieves, que así nos sorprenden flotando en el mar.
Adiós, decimos, adiós, el barco pone rumbo a mar abierto,
donde las olas se entregan a otras olas
y las nubes corren por un cielo más cálido.
Los icebergs invitan al alma
(ambos haciéndose a sí mismos con los elementos menos visibles)
a verlos así: corpóreos, hermosos, erguidos, indivisibles.

Bishop, Elizabeth,  Obra poética. Tarragona: Ediciones Igitur, 2008