lunes, 20 de febrero de 2012

EL QUINTO EN DISCORDIA



Con El quinto en discordia (1970) inicia el escritor canadiense Robertson Davies su Trilogía de Deptford, a la que también pertenecen Mantícora (1972) y Mundo Prodigioso (1975). Como anota Valentí Puig, en el prólogo que acompaña a la edición de Libros del Asteroide, Davies demuestra ser un autor “en plena madurez, ágil, melancólico, sutilmente victoriano”, un narrador de gran bagaje literario, que utiliza con eficiencia y humor inteligente los resortes de la novela tradicional. Ya los había explorado antes en la Trilogía de Salterton, y los desarrollará después en la Trilogía de Cornish y en las dos novelas con las que pensaba completar una cuarta: Asesinatos y ánimas en pena (1991) y Un hombre astuto (1994). El quinto en discordia ganó en nuestro país el premio Llibreter del 2006 y desde su publicación Libros del Asteroide ha ido acercándonos con nuevas ediciones al universo novelístico de Davies; el pasado 2011 con A merced de la tempestad (1951), una primera obra en torno a los claroscuros del mundo del teatro, en la que ya están patentes el ingenio y la erudición elegante del mejor Davies.

El quinto en discordia investiga los confusos límites entre azar y destino a través de las memorias de Dunstan Ramsay, un excéntrico profesor de historia, solterón y apasionado de la hagiografía. El pequeño pueblo de Deptford, en el Ontario de comienzos de siglo, es el escenario en el que transcurre su niñez, allí donde la trayectoria esquivada de una bola de nieve marcará con el sello de la culpa sus relaciones con el resto de los personajes: el niño rico Percy Boyd Staunton –protagonista de Mantícora, prohombre y próspero empresario, que olvidó pronto el recuerdo de ser el lanzador de esa bola en el aluvión de éxito en que se ahogó su vida; Mary Dempster, la joven esposa del párroco baptista, que recibió el impacto del golpe a consecuencia del cual tendrá un parto prematuro; y Paul Dempster, el frágil niño nacido tras el accidente, que escapa de los crueles ataques pueblerinos a la reputación de su madre para acabar convirtiéndose en un mago famoso; Davies desarrollará su historia en Mundo Prodigioso.

Dunstan Ramsay no logrará jamás desasirse de los rígidos preceptos del pragmatismo escocés y del sombrío presbiterianismo en que fue educado, y reinterpretará como el pago por una culpa antigua su mutilación en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, su tibia vida amorosa o la carga que supone ocuparse de su “santa loca”, la fascinante y  nada convencional Mary Dempster, de entre cuyos “milagros” Ramsay destacará su ausencia total de miedo.

Robertson Davies
Robertson Davies

Para ser un racional profesor preocupado por el rigor histórico, resulta llamativo en Ramsay su deslumbramiento por las mitologías, incluidas aquellas que subyacen bajo la apariencia de una vida ordinaria; tanto como para un presbiteriano curado de los excesos de la fe que equipara las historias bíblicas a las recopiladas en Las mil y una noches la indagación apasionada en la vida de los santos católicos. El perspicaz e irónico personaje del viejo jesuita Blazón servirá de contrapunto a sus dudas cuando le recomiende sustituir ese cansado “atletismo espiritual” por la sabia absolución que concede el conocimiento de las propias debilidades.

A pesar de lo que él mismo considera una vida irrelevante, Ramsay vivirá a lo largo de su peripecia dos importantes “resurrecciones”; la primera, tras el regreso como herido de guerra, le supuso el conocimiento del amor carnal y la camaradería femenina en la figura de Diana, la joven que será su enfermera en los días de la convalecencia londinense; y otra, de orden psicológico, se producirá por la intervención de un extraordinario personaje, la hombruna empresaria del espectáculo de magia de Paul Dempster, Liselotte Vitzlipützli. Ella le hará comprender el alto precio que supone mantener una vida desde el sillón del espectador, negando el oscuro mensaje de los demonios personales; porque la venganza de una vida sin vivir es que nos convierte, sencillamente, en idiotas. Será ella también quien dé nombre a la posición vital de Ramsay: la del “quinto en discordia”, una figura del mundo teatral referida a un personaje secundario que sin embargo es esencial para el desenlace de la trama.

En efecto, Ramsay será el confidente irreemplazable de su amigo y rival Boy Staunton, el convidado de piedra en las gélidas cenas en las que despacha la indiferencia por su esposa Leola, y pieza implicada en su misterioso asesinato; será también el primer maestro del solitario Paul en las rudimentarias artes de la prestidigitación; y el solícito cuidador atado a la desgracia de Mary Dempster, cuya locura iluminó definitivamente su vida. Bajo la grisura de sus días entre clases y libros, Ramsay vivirá una vida rica en inteligencia, humor y compasión, para acabar descubriendo un dios benévolo que le enseñará a envejecer en paz.

Además de sólido narrador y brillante columnista, Davies fue también premiado autor teatral y  actor del mítico Old Vic Theater de Londres. Las referencias al mundo del teatro –además de la obvia del título son frecuentes en esta obra: “Ésa es una de las crueldades del teatro de la vida: todos pensamos que somos protagonistas, y cuando se hace evidente que somos simples personajes secundarios o figurantes, raramente lo reconocemos”. Esta melancólica reflexión resume bien el talante del protagonista de El quinto en discordia, y es también muy propia de este autor “patricio” –como lo califica Puig, representante de un tipo de novela de escasa difusión en nuestros días pero merecedora por su inteligencia e inventiva de una muy atenta lectura. 

Davies, Robertson. El quinto en discordia (1970). Barcelona: Libros del Asteroide, 2011 (8ª ed.) Prólogo de Valentí Puig y traducción de Natalia Cervera. 360 p.

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