miércoles, 19 de octubre de 2011

TRANSTRÖMER, LA TORMENTA SILENCIOSA



En estos días se levantan torbellinos de tinta en relación al reciente premio Nobel de Literatura, Tomas Tranströmer. Es, según la crítica internacional, uno de los poetas fundamentales del siglo XX y el quinto poeta sueco galardonado con el Nobel tras Verner von Heidenstam (1916), Erik Axel Karlfeldt 1931), Pär Lagerkvist (1951) y Harry Martinson (1976). Heredero de una importante tradición poética que incluye al renovador Strindberg y al disidente Ekelöf, ha sido traducido a más de treinta idiomas  –entre otros por poetas como  Robert Bly y Bei Dao y aclamado por colegas de la talla del Nobel ruso-americano Joseph Brodsky. 

En España se conoce su obra –una docena de libros que van desde 17 poemas (1954) a El gran enigma (2004) a través de la antología Para vivos y muertos, que Hiperión publicó en 1991, y de dos recopilaciones publicadas por Nórdica, con traducción de Roberto Mascaró: El cielo a medio hacer (2010) y Deshielo a mediodía (2011).

Sin embargo, el reconocimiento que goza desde hace años no está libre de fisuras. Además de las suspicacias externas que suele conllevar la concesión de premios a autores suecos, en su  país también se ha cuestionado su carácter de icono nacional y durante los años 60 fue muy criticado por su distanciamiento de la poesía social y su falta de un compromiso político explícito. 

En cualquier caso, yo no lo había leído y he de agradecerle a esta estruendosa popularidad el descubrimiento de sus  palabras. Se ha hablado de una poesía contemplativa, esencialista, neo-ecléctica. Yo creo, que –como toda la buena poesía supone ante todo la emergencia de un universo que estaba esperando la mirada adecuada para revelarse. Y la de Tranströmer es –como la  ha calificado su colega Lasse Söderberg la mirada de un “poeta-halcón”, la de quien escudriña y desentraña la realidad desde las alturas. La curiosidad por los detalles que componen el caleidoscopio de la realidad alienta en sus poemas y también fue seguramente la que movía a aquel niño a formar sus colecciones de insectos cuando visitaba a su abuelo en los veranos de Runmarö.

La realidad última de la naturaleza se impone siempre en sus poemas como una visión deslumbradora:
TORMENTA

De pronto el viajero halla el viejo
gran roble, como un alce de piedra,
ancha copa en el cenizo fortín del
mar de septiembre.
Tormenta del norte. Tiempo de serbas
Maduras. Despierto en la noche él oye
Las constelaciones estampadas 
sobre el roble                           
17 Poemas, 1954)



HISTORIA DE MARINOS

Hay días de invierno sin nieve en que el mar es pariente
de zonas montañosas, agazapado en plumaje gris,
azul apenas un minuto, largas horas con olas como pálidos
linces, buscando en vano apoyo en las piedras de la orilla.
Un día como estos salen del mar restos de naufragio en busca 
de sus propietarios, sentados en el bullicio de la ciudad, y ahogadas
tripulaciones van hacia tierra, más tenues que humo de pipa.
(En el Norte andan los verdaderos linces, con garras afiladas
y ojos soñadores. En el Norte, donde el día
vive todo el tiempo en una mina.
Allí donde el único sobreviviente puede estar
junto al horno de la Aurora Boreal escuchando
la música de los muertos por frío).                                  
(17 poemas,1954)  

Un camino de descubrimiento asombrado para el que las palabras resultan medida insuficiente: "Lo salvaje no tiene palabras", o inalcanzable:  Lo único que quiero decir/reluce fuera del alcance/como la platería/en la casa de empeños. La góndola triste, 1996) 


O bien cobran una vida independiente que llega a relegar el yo del poeta: "Fantástico sentir cómo el poema crece/ mientras voy encogiéndome. / Crece, ocupa mi lugar. / Me desplaza. / Me arroja del nido. / El poema está listo." (Pájaros matinales


El poeta es alguien que sabe desaparecer y también el mediador que intuye que “la semilla golpea bajo la tierra”, en última instancia un traductor de significados ocultos: "¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones!/ Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve./Lenguaje, pero no palabras. (De Marzo del 79', 1983)

Junto a la naturaleza, la historia, el arte y –especialmente  la música son una constante en su páginas. En lo formal recorre el camino del tono expresionista y el hallazgo sorpresivo del surrealismo, el verso libre, la estrofa sáfica, el haikú:    


Pared de pena...
Palomas van y vienen:
no tienen rostros.

La realidad es para Transtömer lo que nos espera cuando saltamos cada mañana desde “el paracaídas del sueño”, un lugar de encuentro con otros mundos: Hay un mundo sordo,/ hay una grieta/por la que los muertos/traspasan la frontera. Y la vida transcurre en un trayecto ininterrumpido entre realidades soñadas o intuidas:

LOS RECUERDOS ME MIRAN (1983)

Una mañana de junio es muy temprano
Para despertar, mas tarde para dormir de nuevo.
Debo ir a la hierba que está llena
De recuerdos, que me siguen con la mirada.
No se ven, se mezclan plenamente
Con el fondo, camaleones perfectos.
Tan cerca, que los escucho respirar
A pesar que el trino de las aves es estridente.


Músico, traductor, psicólogo, hombre sencillo y crítico con la deshumanización de la sociedad, su comunicación con el mundo se ha canalizado desde el 90 a través de su esposa Mónica, pues en ese año sufrió un ataque que le produjo hemiplejia y privación del habla. Lo que no le ha impedido seguir ofreciendo conciertos de piano con obras para la mano izquierda y descifrando los mensajes ocultos de la existencia: "Todo tiene sentido dentro del poema, en el que las palabras son como medusas que se deslizan a la deriva como flores después de un funeral marino; si se las alza del agua pierden toda su forma, como cuando una indescriptible verdad es arrancada del silencio".

Rodeado ahora por un alboroto de flashes y declaraciones, este octogenario silencioso permanece sereno en el ojo de su tormenta interior, atisbando el fogonazo inefable de la belleza 

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