sábado, 5 de noviembre de 2011

ANATOMÍA DE LA DESOLACIÓN



En La humillaciónPhilip Roth vuelve a ofrecernos un lúcido recorrido por algunos de sus temas favoritos: la melancolía de la decrepitud, la impotencia ante la soledad y el recurso a los infiernos engañosos del deseo. Nada nuevo –diremos- en la obra del maestro de Newark, véase por ejemplo Everyman,  lo que no invalida en absoluto su pericia creativa a la hora de reflexionar sobre las grandes cuestiones de la literatura universal.

Simon Axler ha perdido su magia, su talento interpretativo se ha esfumado y es un hombre paralizado por el miedo al fracaso y la inminencia de la muerte. Se siente un animal débil que no superará las nieves de ese invierno. En las ruinas del derrumbe vital aparece Pegeen, una joven lesbiana impetuosa y voluble, hija de unos antiguos amigos, y Axler se lanzará a una última y desesperada apuesta por los derroteros del deseo. El antiguo titán de los escenarios acabará representando el patético personaje de un anciano abandonado justo cuando fantaseaba con su resurrección como actor y como padre.
La humillación, Philip Roth

La muerte le sigue los pasos; acompaña sus reflexiones sobre “suicidas teatrales” (Julia, Yocasta, Willy Loman, Ivanov…) y es el minucioso tema de conversación en el “rincón de los suicidas” que conoce en su estancia en el psiquiátrico. “Hay que enfrentarse como es debido a lo horrendo” –dice– y serán el joven Gavrilovich de La Gaviota y el desesperado coraje de una de sus compañeras de hospital, los modelos que guiarán su última representación.

Pieza menor para algunos, desde luego no comparable a  Pastoral Americana o El lamento de Portnoy (mis dos favoritas en una brillantísima obra de más de treinta libros), La humillación me trae de nuevo la voz incuestionable de un sabio explorador de lo humano. 


Roth, Philip. La humillación. Mondadori, 2010.160 p.

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